Historia

Provincia Latinoamericana "San Antonio

Nuestra Provincia Latinoamericana "San Antonio" comienza a tejer su historia en los albores del año 1951, con la llegada de nuestras primeras hermanas a Latinoamérica, Sor Fabiola Marcuzzi, Sor Anna Brustolini, Sor Loreto Favero, Sor Emiliana Zillo, y Sor Ernestina Magoga. específicamente el 15 de marzo de 1951 a la ciudad de Puerto Montt al sur de Chile. 

En sus inicios, las hermanas conformaron una Delegación. Posteriormente el 7 de agosto del año 1987 en el XV Capítulo General Celebrado en Roma, se constituyó oficialmente como Provincia Latinoamericana "San Antonio".

Personajes de nuestra historia

Madre Cecilia Lazzeri.

Superiora General del año 1947 al 1959. El año 1951 extendió su sueño misionero enviando cinco misioneras a América Latina. 

Monseñor Ramón Munita Eyzaguirre.

Obispo que solicitó la presencia de la Congregación de las Religiosas Franciscanas del S.C, en su Diócesis. 

Nuncio Apostólico en Chile. de 1947 a 1953.

Mario Zanini, Nuncio Apostólico en el período que llegaron las hermanas a Chile.

Celebración y memoria, 

Al celebrar hoy 164 años de la fundación de la Congregación de las Religiosas Franciscanas Misioneras del Sagrado Corazón, elevamos nuestra alabanza a Dios por su amor incondicional, por su misericordia infinita y por el don inmerecido de la vocación religiosa. En su Providencia, Él nos ha llamado a formar parte de esta familia consagrada al servicio de la Iglesia universal.

En este contexto de celebración y memoria, damos también inicio a un año jubilar por los 75 años de presencia de nuestra Congregación en América Latina. Con gozo presentamos una reseña breve, pero significativa, del inicio de esta misión, acontecimiento que marcó un hito en nuestra historia y dejó profundas enseñanzas que serán desarrolladas en otros espacios de reflexión.

La historia de nuestra llegada a América Latina comienza en el sur de Chile, en la entonces Diócesis de Puerto Montt. En mayo de 1950, su obispo, monseñor Ramón Munita Eyzaguirre, viajó a Roma en visita ad limina y con el anhelo de encontrar una congregación femenina que pudiera hacerse cargo de escuelas gratuitas y obras de caridad en favor de los más pobres, en una diócesis inmensa y escasamente atendida: 23 sacerdotes para 150 mil fieles en 50 mil km².

Siguiendo el consejo del Cardenal Micara, monseñor Munita se dirige a nuestra Congregación. No encontrando a la madre general en Roma, se traslada a la Casa Madre en Gemona, al norte de Italia, donde la madre Cecilia Lazzeri acoge con generosidad su solicitud: cinco hermanas con diversas habilidades —una profesora, un músico, una enfermera, una costurera y una cocinera.

Así, el 3 de noviembre de 1950, se inician formalmente los preparativos de esta nueva misión. Las hermanas designadas fueron sor Fabiola Marcuzzi, sor Emiliana Zilio, sor Ernestina Magoga, sor Loreto Fávaro y sor Ana Brustolini.

El 9 de enero de 1951, fueron recibidas por el Papa Pío XII, quien, en un encuentro lleno de ternura y esperanza, reconoció las necesidades de la Iglesia en América Latina y bendijo con gozo la nueva misión. Las hermanas, en gratitud, prometieron consagrar su primera casa en Chile a la Virgen María Asunta al Cielo.

El 23 de enero se celebró en Italia la solemne ceremonia de envío. Las misioneras recibieron la carta de obediencia y el crucifijo, signo de su entrega total. "Recuerden siempre: espíritu de sacrificio y espíritu de oración; sin éste, nada se obtiene; sin aquel, nada permanece", fueron las palabras del celebrante. Esa conjunción de sacrificio y oración ha sostenido esta misión durante 74 años.

La madre Cecilia Lazzeri, conmovida, las despidió diciendo: "Vayan, hijas mías, a llevar el perfume de Jesús… Caminen sobre las huellas del seráfico padre san Francisco. Yo las confío a la dulce Madre… Que Jesús y María, Reina de los Apóstoles, derramen sobre ustedes gracia y bendición infinita".

El 27 de enero de 1951, las hermanas embarcaron desde Génova en el vapor "Corrientes". Atravesaron puertos y países —Barcelona, Las Palmas, Río de Janeiro, Santos, Montevideo y Buenos Aires— donde permanecieron veinte días por retrasos en la documentación y falta de recursos. Allí fueron acogidas fraternalmente por las Hermanas del Buen Pastor.

El 15 de marzo llegaron a Santiago de Chile, donde nuevas demoras retrasaron su viaje al sur. Durante esos días fueron hospedadas por las Hijas de María Auxiliadora, y acompañadas por el padre Tomás de los Siervos de María. Finalmente, el 14 de marzo emprendieron el viaje a Puerto Montt, haciendo una parada en Osorno, donde fueron recibidas por las Hermanas de la Inmaculada Concepción y el propio monseñor Munita.

Al caer la tarde del 15 de marzo de 1951, tras 30 horas de viaje en tren, las cinco misioneras llegaron a Puerto Montt. Las recibieron con emoción sacerdotes, religiosas, niñas de la Acción Católica y los pequeños alumnos de la Escuela Arriarán Barros, quienes con vivas y cantos llenaron la estación de alegría. En la capilla episcopal se entonó el Te Deum y luego, entre saludos, flores y una sencilla cena, las hermanas fueron conducidas a su nuevo hogar: una sala amplia en el tercer piso del obispado.

El 16 de marzo iniciaron su labor apostólica. El idioma, la cultura, el clima y las condiciones materiales eran grandes desafíos. Sor Fabiola, por su conocimiento parcial del español, fue nombrada directora de la escuela episcopal Arriarán Barros. Sor Ana y sor Loreto fueron designadas como profesoras; sor Emiliana, directora de una escuela gratuita; y sor Ernestina se encargó de las tareas del hogar, a pesar de sufrir una delicada enfermedad durante los primeros meses.

Las dificultades fueron muchas: pobreza, soledad, enfermedades y una realidad distinta a la que conocían. Pero también abundaron los gestos de caridad. En el camino apareció Herminia Alcalde de Ojeda, junto a Orabia y Adelita Mautor, quienes fueron para ellas como una familia. Y la presencia protectora del padre Clemente Pérez, OFM, entonces superior de los Franciscanos del Sur, fue otro signo del amor providente de Dios.

Así comenzó la misión de las RFMSC en América Latina. En estos 74 años de presencia en Chile, la gracia de Dios ha acompañado cada paso, cada vocación, cada entrega. Por eso, hoy pedimos con esperanza que, al llegar al 15 de marzo de 2026, cuando celebremos los 75 años de nuestra llegada, surjan del seno de nuestras familias cinco jóvenes generosas que respondan al llamado de Dios, como aquellas cinco hermanas que dieron sus vidas en 1951 para que el Señor fuera conocido y amado en esta tierra.

¡Para mayor gloria de Dios y bien de las almas!


Catedral de Puerto Montt, lunes 21 de abril de 2025