Mensaje Pascual 2020

La Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado: por el poder del Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren.

Papa Francisco, Cuaresma 2020

Santiago 11 de Abril 2020

Queridas Hermanas
En esta Semana Santa reciba cada una de ustedes, presentes aquí en América Latina o allí donde nuestra Superiora General ha solicitado de nuestro servicio, un saludo fraterno de paz y esperanza, en este tiempo de la historia que nos ha tocado vivir.

En primer lugar, ha golpeado a nuestros países un tiempo de incertidumbre, de tristeza y preocupación, pues se apoderaron de nuestras calles el vandalismo y la destrucción, que en Chile se lo llamó Estallido Social. Luego, cuando nos preparábamos para el inicio del año escolar, escuchábamos por los medios de comunicación que en diferentes partes del mundo surgía un virus mortal que azotaba China y que se extendía por Europa entrando con mucha fuerza en Italia específicamente en el Norte, lugar donde tenemos mayor presencia de hermanas. Nunca pensamos la envergadura que este virus llamado Covid -19 podía tener en nuestras vidas.

En mi rol de Superiora Provincial, toda planificación de las visitas canónicas pendientes se vio alterada o suspendida. En medio de todo esto solo alcancé a visitar Perú y luego el Sur de Chile pues la emergencia sanitaria y el cierre de fronteras era inminente. La visita a Bolivia tuvo que ser postergada pues la pandemia llega a América Latina y en los países donde estamos presente poco a poco se comienza a escuchar la suspensión de las actividades y celebraciones religiosas, a suspender la actividad escolar y a seguir al interior de nuestros conventos las celebraciones, algunas con la gracia de Dios hemos tenido la celebración de la Eucaristía, por otra parte otras, con mucha fe han realizado celebraciones, adoración y en todas las comunidades se ha realizado el Vía Crucis, los días viernes.

Como dice el Texto del Papa Francisco, “nos ha tocado vivir con fe la carne de Cristo sufriente”, en tantos hermanos que han partido a la casa del Padre, algunos sin un sepelio digno, lejos de sus familias. Cuántos ancianos muertos en las casas de reposo en el mundo, personal de la salud expuestos a la enfermedad y a estar lejos de los suyos como todas aquellas que han mantenido a los países en movimiento. Cuántos de ellos muertos en función del cumplimiento del deber en ayuda al prójimo.

Cuando recordamos a Cristo camino al calvario, vemos al cirineo ayudando al Señor a cargar la Cruz, a las mujeres enjugar el rostro de Cristo sufriente, podemos pensar en todas las personas que desde sus diferentes funciones han acompañado o están acompañando a aquellos que a causa de este virus se encuentran en clínicas u hospitales.

Aquellos en cuarentena, las personas solas, y muchos que por diversos motivos estaban lejos del Señor, hoy se encuentran aferrados solo a Él, esperando salir de la enfermedad, del sufrimiento, de la soledad.

La incertidumbre es grande, pero ahí estamos acompañando a nuestro mundo sufriente con el silencio y la oración, que constituyen nuestra mayor fuerza. La misión ahora y siempre es entregar la energía inagotable de la oración, dar muestras de nuestra fe, que debe ser fuerte, profunda y sanadora.

Por otra parte, la tecnología nos ha ayudado. Hemos visto como han surgido diferentes medios y formas para acercarnos y animarnos unos a otros.

Este tiempo ha servido no solo para orar también para vivir más intensamente la vida fraterna. Compartir más serenamente nuestros momentos comunes. Espero que al término de este tiempo al interior de nuestras comunidades podamos decir que nos conocemos más y hemos hecho un camino de aceptación de nuestras debilidades y fortalezas. El Señor nos pide hoy mirarnos a nosotras mismas, nuestras opciones fundamentales y desde ahí construirnos con una nueva mirada, porque ya no seremos las mismas, nuestra vida, nuestra misión tendrá una nueva impronta y desde nuestra pequeñez (como el grano de mostaza) podremos decir al mundo que ¡Cristo Resucitado! está con nosotros. Resucitado, hoy más que nunca, en ese hermano que sufrió la enfermedad, en ese anciano solo, en ese médico que arriesgándolo todo estuvo ahí, junto a tantas enfermeras, paramédicos, militares, policías, y gobernantes que a pesar del desconocimiento de este nuevo virus han tratado de responder a esta grave emergencia.

Si hermanas esta Vigilia Pascual tendrá un rostro diferente, pongamos todas nuestras intenciones, nombres, rostros, familias para poder decir con alegría Cristo ha Resucitado por ti por mí y por todos nosotros. Porque no nos abandona, está ahí en la alegría de la mesa compartida, en ese Cirio Pascual que nos acompañará en las próximas semanas. Será la luz de esperanza de que Cristo Resucitado es nuestra fortaleza para continuar siendo esperanza para otros.

Les deseo a cada una que Cristo Resucitado se quede en sus corazones y que las ayude a caminar con fe entregando lo mejor de sí, como dijo Cristo a sus discípulos sean sal de la tierra y luz del mundo y como dijo el Papa a los jóvenes en la Exhortación Apostólica Christus Vivit, «Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez.

Así podrás renacer, una y otra vez». Si, hermanas renacer una y otra vez, pero cada vez mejor para que podamos realmente transmitir al Cristo de la esperanza.

Un abrazo fraterno a cada una, quedando unidas en la oración, Feliz Pascua de Resurrección.

 

 

 

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